La importancia del juego y del jugar
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15/06/23- En el ciclo “Educación y crianza”, dialogamos con Patricia Sarlé, Doctora en Educación por la Universidad de Buenos Aires , Lic. en Ciencias de la Educación y Magíster en Didáctica. Junto a ella abordamos la importancia del juego y el jugar en casa y en la escuela. Jugar, siempre Un niño pequeño juega como actividad principal de su vida cotidiana. Sin embargo, este juego toma matices diferentes según el espacio en el que tiene lugar. En su hogar, con hermanos mayores, vecinos, abuelos. En suma, cada una de las personas con las que habita pueden o no ser compañeros de sus juegos. En soledad, con amigos imaginarios o con “otros”, el juego puebla el cotidiano del niño. En las plazas, las veredas, el club, se suceden también diferentes juegos. Iniciados por otros o por el mismo niño, apropiados o no para su edad; las experiencias del jugar resultan variadas y acompañan su crecimiento y desarrollo. El juego en la escuela Es sabido que los niños juegan la mayor parte del día y que, muchas veces, juegan a pesar de nosotros, aún en situaciones en las que no quisiéramos que lo hagan. La presencia del juego en la escuela depende fundamentalmente de la intencionalidad del docente. Seguramente en las salas que cada uno tiene a su cargo, el juego tiene una presencia variada y es acerca de esa inclusión sobre la cual queremos centrar la mirada. A veces el juego tiene poco espacio en el currículo real, en la planificación, en las propuestas que se hacen hora tras hora a niños que reciben y aceptan todo lo que se les ofrece. Jugar con los niños No es lo mismo jugar que no hacerlo, que no es lo mismo incluir al juego como protagonista de las diversas propuestas, que utilizarlo como un recurso o un aspecto motivacional para enseñar algo “más importante”. Se considera central que los niños jueguen, que aprendan a hacerlo cada vez mejor, que cuenten con un repertorio amplio, rico y variado; pero sobre todo, que la pasen bien y quieran, deseen, anhelen volver a la escuela por el placer y el interés que les despierta ese mundo nuevo que el maestro despliega ante ellos. Esto lo logran los adultos apasionados con su tarea y con el jugar. Aquellos capaces jugar de verdad, de reírse, de ponerse a la par del niño que juega, para jugar con él; sosteniendo a la vez, su mirada que le permite ayudar a avanzar, contener, animar, rescatar, cambiar. En suma, ayudarlo a ir más allá, tensionando las posibilidades del niño, traccionando su desarrollo. Se aspira a que el juego ayude a que el niño “despierte su conciencia” de manera de permitirle así, ir construyendo su mirada sobre sí mismo y sobre el mundo. No te pierdas de escuchar la entrevista completa en la barra de audio debajo del título.