Jesús va a lo profundo del corazón para sanarnos
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10/07/2023 – En Mateo 9, 18-26 Jesús cura a una mujer que sufre de hemorragias. Al mismo tiempo, Jairo le pide que cure a su hija. Dos mujeres: una impura y una niña, toca a dos mujeres, algo que no estaba permitido, en su época. El Señor va más allá, llega a lo profundo del corazón donde está el deseo de cada uno, allí obra. Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá”.Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto,pensando: “Con sólo tocar su manto, quedaré curada”.Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: “Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado”. Y desde ese instante la mujer quedó curada.Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo:”Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme”. Y se reían de él.Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó.Y esta noticia se divulgó por aquella región. San Mateo 9,18-26 “Con sólo tocar su manto quedaré curada” En el evangelio de hoy se nos relata la sanación de la mujer hemorroísa y de la hija de Jairo. Muchos interpretan este pasaje del evangelio como un anticipo de la pascua: Jesús entra en contacto con las heridas de la mujer que piensa “con solo tocar su manto quedaré sanada” y con las de la niña que ya está muerta. El sanador herido que viene a traernos su vida nueva. La escena de este Evangelio es multitudinaria y ajetreada. Jesús va por la calle, en medio de la gente que lo apretuja por todos lados. Va con sus discípulos, urgido por el pedido del Jefe de la Sinagoga, que suplica por la vida de su hijita. Pero por el camino, en medio de tanta gente que va con Jesús o pasa a su lado, del corazón de alguien brota un pensamiento especial. Un pensamiento que se dirige exclusivamente a la fuerza vital que emana del corazón bueno de Jesús. Ese pensamiento pensaba así: “con solo tocar su manto quedaré curada”. Entramos entonces a la contemplación por este “pensaba…” de la hemorroísa, la mujer a la cual la vida se le iba yendo de a poco pero de manera creciente; entramos a Jesús por el pensamiento que brotó de ella lleno de amor y de fe total en el Señor. Contemplamos su corazón. ¡Qué corazón lindo el suyo! Cuánto amor escondido a Jesús. Cuánta confianza en la bondad de Jesús se esconde en el pensamiento de que “con solo tocar su manto quedaré curada”. Decimos que el pensamiento le brotó del corazón. Y cuando decimos pensamiento tenemos que recuperar la fuerza de esta palabra. El pensamiento no es algo estándar, no es un medio para contactarse con la realidad. El pensamiento es una potencia del espíritu cuya unidad reside en el corazón del hombre. Un corazón bueno y sabio piensa virtuosamente. Piensa con una fuerza que le permite “remar contra la corriente”, remontar situaciones difíciles. Un corazón como el de la hemorroisa piensa con fuerza vital, piensa positivamente, con fe. Y por eso Jesús le dice: tu fe te ha salvado. Tu pensamiento virtuoso ha leído bien la realidad, ha sido capaz de sentir el latido de mi Corazón en la orla de mi manto. ¡Hay tanta gente así! Tanta gente que confía en Jesús en silencio, que lo ama sin que nadie lo note. Hay tanta gente que va cultivando pensamientos fuertes de fe en la intimidad y cuando llega la ocasión la “toca” y es bendecida. Hay tanta gente que dialoga interiormente de sus cosas con él y que reza por tod...