Jesús nos regala su paz
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30/04/2024 – “𝗟𝗲𝘀 𝗱𝗲𝗷𝗼 𝗹𝗮 𝗽𝗮𝘇, 𝗹𝗲𝘀 𝗱𝗼𝘆 𝗺𝗶 𝗽𝗮𝘇, 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗻𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗹𝗮 𝗱𝗮 𝗲𝗹 𝗺𝘂𝗻𝗱𝗼. ¡𝗡𝗼 𝘀𝗲 𝗶𝗻𝗾𝘂𝗶𝗲𝘁𝗲𝗻 𝗻𝗶 𝘁𝗲𝗺𝗮𝗻!”, dice Jesús en el evangelio del día, San Juan 14,27-31. La paz que da Jesús es la que habita en el corazón, es la paz del pesebre de Belén, la de la Pascua. Que esa paz, que solo Jesús puede brindar, resida en tu corazón. Confía en que al llevarla con vos, contribuís significativamente en estos tiempos difícles que atravesamos. Jesús dijo a sus discípulos: «Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman ! Me han oído decir: ‘Me voy y volveré a ustedes’. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean. Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.» San Juan 14,27-31a. Jesús, desde la cruz nos da su paz “Les dejo la paz, mi paz les doy” (Juan 14,27).Esta paz de Jesús fluye en el creyente, que permanece en Cristo, y busca abarcar todas las dimensiones de su existencia. Jesús desde la cruz, aún en medio de los mayores tormentos, mantiene su vinculo de amor con el Padre y la misión hasta el final conservando el don de la paz: “Todo está cumplido” (Juan 19,30). Dios en Cristo tomando nuestra carne experimenta el sentido del sufrimiento y desde ese lugar nos invita a la plenitud. “El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre; es uno de esos puntos en los que el hombre está en cierto sentido « destinado » a superarse a sí mismo, y de manera misteriosa es llamado a hacerlo”. S D 2 Cuando la ofrenda ha llegado a su plenitud, desciende una gran paz sobre el espíritu del Señor. Todo está cumplido, ya puede regresar a la casa de su Padre para reencontrarse y fundirse con él, ya todo está cumplido. Nosotros cuando transitamos el sufrimiento de la mano de Jesús, lo que parece final se constituye el comienzo de un nuevo camino. El asumir el dolor con sentido de redención es un proceso que atraviesa el mismo Jesús. Se lo puede ver particularmente el Huerto de los Olivos. Allí experimentó la angustia más profunda: “Padre mío, si es posible, que se pase de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mt 26, 39). Entonces, vino un ángel del cielo a consolarlo y la paz regresó. Es la aceptación la que permite esta experiencia de consuelo y paz. Es la aceptación de su misión redentora la que le permite decir al Padre: “hágase tu voluntad y no la mía” En el calvario, esa sensación de lejanía y aridez que pudo haber experimentado en el Huerto de los Olivos, fue superada. El secreto de cómo conservar la paz en el sufrimiento está en abrazar libremente las pruebas con amor, en unión con Jesús. Ofrecerlo por el mundo entero, con el anhelo de ser fiel al camino del amor. En esos momentos como Jesús en su Getsemaní, clama al Padre del cielo y él, junto a sus ángeles, nos consolara y la paz volverá a tu corazón. Por lo demás, Dios promete a los hombres y mujeres que trabajen por la paz: “No te sobrevendrá ningún mal ni la enfermedad llegará a tu casa; él mandará que sus ángeles te cuiden por dondequiera que vayas. Te levantarán con sus manos para que no tropieces con piedra alguna” (Salmo 91,10-12). Al haber Jesús cumplido, a fondo, la voluntad del Padre, es fuente de paz infinita que se irradia,