Jesús nos libera de la fuerza del mal
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05/07/2023 – En Mateo 8, 28-34 Jesús aparece cruzando de una orilla a otra y mientras va a en esa travesía se encuentra del otro lado con una experiencia sorprendente, la fuerza del mal sale de la oscuridades del cementerio para confrontar con Jesús. Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino.Y comenzaron a gritar: “¿Que quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?”A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo.Los demonios suplicaron a Jesús: “Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara”.El les dijo: “Vayan”. Ellos salieron y entraron en los cerdos: estos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron.Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados.Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio. San Mateo 8,28-34. Los malos espíritus aparecen como feroces, obstaculizan el camino, gritan, no pasan inadvertidos; no soportan la presencia de Jesús, se sienten atormentados. Su presencia desestabiliza el lugar del que ellos habían tomado posesión. ¿Cómo obra Jesús y qué enseñanza nos deja para enfrentar las fuerzas del mal?Obra expulsándolos, enfrentándolos, liberando a las personas y al lugar físico donde habían venido a establecerse, alcanzando así el Señor un nuevo orden. El sentido de esta lucha de Jesús con las fuerzas del mal que pretenden arrebatar el proceso mesiánico que Jesús presenta nos invita a nosotros a pensar en cómo la fuerza del mal opera en nuestra vida, cómo y de qué manera, siguiendo las enseñanzas de Jesús, podemos ir venciendo y superando las dificultades. En nuestro camino de seguimiento, el mal espíritu sale a nuestro encuentro de una manera inquietante. Alguna de las características que nos indican que lo que nos está inspirando es el mal espíritu: cuando estamos inquietos, ansiosos, sin paz, nos falta alegría, cuando alrededor nuestro generamos climas que no son de los mejores. Esto a veces opera en nosotros con una cierta ferocidad, buscando terminar con el gozo, la alegría, la paz. El mal espíritu nos quita sentido de camino, tiene una inquietante búsqueda asesina de la vida de Dios en nosotros. La invitación que recibimos del Evangelio es identificarlo, para liberarnos de él, y abrirnos camino en nuestra tarea. ¿Con qué estrategias de hecho vencemos nosotros los males, las dificultades, a fuerza de bien? ¿Cómo nos liberamos de los demonios que nos rodean, como león rugiente, que buscan exterminar en nosotros la vida y la presencia de Dios? Lo que hacemos es pedir y abrirnos a la gracia de la sabiduría para hacernos del querer de Dios y apartarnos del mal espíritu. Al mal tiempo, buena cara. No hay mal que dure cien años. La paciencia, un gran aliado. Cuando las distancias están marcadas por la división, el diálogo es un buen instrumento. La fortaleza, como capacidad de resistencia a lo que viene a oponerse a nuestro camino, es una muy buena consejera. Poner al descubierto al mal espíritu Hay que estar atentos, revisar nuestra vida a la luz de la presencia de Dios en la oración; denunciar las inquietantes presencias del mal espíritu: así lo enseñaron los santos, ponerlo al descubierto y a partir de allí, liberarnos. Es increíble comprobar cómo el mal espíritu, en la vida personal y en la de los hermanos que uno acompaña, a veces desde la mañana temprano comienza a inquietarnos, a asediarnos,