Jesús la Palabra hecha carne va de acá para allá
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06/06/2024 – Compartimos la catequesis en un día muy especial. Día en que Radio María recorre en el mundo un camino de Mariathon junto a María, que corre velozmente, porque la Palabra busca alcanzar los corazones que esperan la Buena Noticia. Jesús dijo a Tomás: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”. Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le respondió: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: ‘Muéstranos al Padre’?¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre.”Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré. El frenesí viajero no es algo nuevo, está a lo largo de la Biblia. Empezando por el principio: el jardín en que estaban Adán y Eva al salir del paraíso. El siguiente viaje lo hizo Abraham saliendo de su tierra y luego envió a su siervo Eleazar a 2.500 Km para buscarle novia a Isaac; encontró a Rebeca que reunía todos los requisitos, además de ser muy bella (Gn 24). Jacob fue el patriarca más movedizo, no sabemos si por gusto o porque lo perseguía su hermano Esaú, enfurecido con él por diversas razones. Iba de acá para allá huyendo y menos mal que se echó a dormir de cansancio y Dios encontró cobertura para conectarse con él (Gn 28). Elías corrió más peligros en su travesía por el desierto; se tumbó exhausto bajo un arbusto, pero un ángel/le trajo un bocadillo y le reanimó (1 Re 19). Moisés fue otro viajero persistente, con el mérito a su edad de tener que subir y bajar constantemente al Sinaí, cosa que hacía sin preguntarle a Dios el porqué. Y así llegamos a Jesús, que aparece constantemente en los evangelios como sujeto de verbos de movimiento: ir, llegar, marchar, atravesar, desembarcar, cruzar, salir, entrar, levantarse, seguir, recorrer… “Hoy, mañana y pasado tengo que continuar mi viaje…” (Lc 13, 33). Sus desplazamientos tenían a veces un destino fijo: “se retiró a Galilea” (Mc 4,12), “fue a Nazaret donde se había criado…” (Lc 4,16), “bajó a Cafarnaúm” (Lc 4,31), “volvió a Betania” (Mc 11,11), “camino de Jerusalén, recorría ciudades y aldeas…” (Lc 13,22). Otras veces caminaba sin un destino programado aparente y en ese espacio se producían encuentros: paseando al borde del mar vio a los que van a ser sus primeros discípulos (Mt 4,18); saliendo de Jericó va a encontrar a Zaqueo (Lc 18,35) y a Bartimeo (Mc 10,46); al entrar en una aldea le salen al encuentro diez leprosos (Lc 17,12). A veces se cansaba de caminar y tenía que sentarse en un pozo (Jn 4,6); sabía por experiencia que caminar con hambre puede provocar un desfallecimiento: “Me da compasión esta gente. Si los despido a casa en ayunas, desfallecerán por el camino y algunos han venido de lejos” (Mc 8,2). En su resurrección cita a sus discípulos no en Jerusalén, sino en Galilea, el lugar donde había empezado todo: “Digan a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán” (Mt 28,10). No había perdido sus hábitos de viajero. San Juan 14,6-14 Jesús pide a sus Apóstoles que tengan fe en Él, porque Él es «el Camino,