Día 25: Aparición en el Mar de Tiberíades
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10/04/2025 – Hoy contemplamos a Jesús en la orilla del mar de Tiberíades. Un Jesús que sorprende con sus gestos, es el mismo, pero se ve distinto. Hoy aparece como sentado a la orilla del lago preguntándole a los discípulos algo que resulta hiriente para un pescador que pasa toda la noche intentando pescar sin resultado alguno. Jesús, que sabe de los deseos de ellos y sus anhelos, les da una indicación para que puedan encontrarse con aquello que estaban buscando”, nos dice el padre Javier. Después de esto, nuevamente se apareció Jesús a sus discípulos en la orilla del lago de Tiberíades. Y se hizo presente como sigue: Estaban reunidos Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los hijos del Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.» Contestaron: «Vamos también nosotros contigo.» Salieron, pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba parado en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo que comer?» Le contestaron: «Nada.» Entonces Jesús les dijo: «Echen la red a la derecha y encontrarán pesca.» Echaron la red, y no tenían fuerzas para recogerla por la gran cantidad de peces. El discípulo de Jesús al que Jesús amaba dijo a Simón Pedro: «Es el Señor.» Apenas Pedro oyó decir que era el Señor, se puso la ropa, pues estaba sin nada, y se echó al agua. Los otros discípulos llegaron con la barca -de hecho, no estaban lejos, a unos cien metros de la orilla; arrastraban la red llena de peces. Al bajar a tierra encontraron fuego encendido, pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.» Simón Pedro subió a la barca y sacó la red llena con ciento cincuenta y tres pescados grandes. Y no se rompió la red a pesar de que hubiera tantos. Entonces Jesús les dijo: «Vengan a desayunar». Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo repartió. Lo mismo hizo con los pescados. Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos. San Juan, 21 ¡Es el Señor! En los relatos pascuales de los Evangelios hay algo de este juego: el Resucitado aparece repentinamente «bajo otra figura» a dos discípulos, como dice Marcos (16,12), se acerca bajo la apariencia de un peregrino a los de Emaús (Lc 24,15) o de un jardinero a María Magdalena (Jn 20,11-15). El resucitado aparece como quien desaparece. Es el mismo Jesús, pero no es lo mismo.La nueva presencia abre los ojos de los discípulos; les hace ver y entender de una manera nueva. Les hace pasar del miedo y de la duda a la confianza. Los discípulos creen que es un fantasma, pero la nueva presencia abre los ojos a una nueva dimensión. El nuevo modo de estar de Jesús ubica la relación del discípulo con el maestro. La muerte ha sido vencida por la fuerza de la vida. Él nos hace ver y entender la vida y su sentido de una nueva manera, por eso es el mismo pero distinto, está como en un estadio diferente. La presencia del Señor abre los ojos a una mirada nueva: la paz y la alegría son las características que lo identifican. Quizás Juan lo reconoció por esa paz y alegría de sacar tantos peces luego de una noche infructuosa. El Señor les trae paz, alegría y les abre la mirada a lo nuevo. ¿Tienen algo para comer? Traigan algo de lo que sacaron. Es en el compartir donde el Señor nos va a abriendo el corazón a lo nuevo, animándonos a dejar atrás lo que quedó. Que eso sea lo que te haga ir de una manera distinta hacia el escenario nuevo. El Señor es realmente el que se manifieste. ¿Cómo descubrimos que es Él? Por la paz, por la alegría, por el orden, por la dinámica,