Día 10: La huida a Egipto

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20/03/2025 – En nuestro decimosegundo día de camino de ejercicios espirituales de San Ignacio en este tiempo de Cuaresma. Estamos en la etapa de la infancia de Jesús, lo recorremos de la mano de María y de José quien recibe en sueños la noticia por parte del Ángel de que debe tomar al niño y a su Madre y huir hacia Egipto. El llamado que nos hace el Señor es a ir con él hasta donde el Espíritu nos quiera conducir. Contemplamos el texto: (EE 269-270; Mt 2, 13-23)“Después que ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto;y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo”. Pero la vuelta a Judea no fue posible: en su testamento, Herodes había dejado a Arquelao la Judea y este adquirió rápidamente la fama de tirano (en el comienzo de su reinado, al sofocar una guerra civil, tres mil judíos fueron exterminados). Así, pues, José se retiró (como antes se había retirado a Egipto, Mt 2, 14) a la “Galilea de los gentiles” (Mt 4, 15, según Is 8, 23); ya en Mt 2, 1-12, los magos habían podido llegar al Señor, ahora es el mismo Jesús el que se instala en tierra “pagana” y este gesto, para la comunidad judeo-cristiana de Mateo, suponía legitimar la apertura radical de la Iglesia a las naciones. El versículo final 23 plantea un problema: no hay manera de encontrar, en la Escritura, que “será llamado Nazareno”. Mateo presenta esta frase como un “oráculo de los profetas” (en plural), lo cual querría decir que se trata del rollo de los profetas menores (Hech 7, 42) o de los profetas anteriores (Josué, Jueces, Samuel y Reyes). Su punto de partida pudo ser una noble tradición: 1) Jesús es de la ciudad de Nazaret, es decir, nazareno; 2) se situaba en el ámbito del grupo bautista de Juan y de los movimientos bautistas, a los que se llamaba nazoreanos (“observantes”). Como en Jc 13, 5. 7 se dice que el pequeño Sansón había sido consagrado a Dios (en hebreo, “nazir” y, en muchos manuscritos griegos, “naziraios”), Mateo pudo haber hecho una doble reducción, para llegar a “nazareno” o habitante de Nazaret y justificar “proféticamente” la instalación de Jesús en esa ciudad. Esta forma de trabajar los textos nos extraña, pero no podemos olvidar que era una exégesis corriente de aquella época. La huida a Egipto (Mt 2, 13-15) Este corto relato –como el de la vuelta de Egipto- está estructurado de la siguiente manera: El ángel del Señor se aparece en sueños a José y le encarga una misión. José ejecuta la orden del ángel, porque ve en ella el cumplimiento de una voluntad del verdadero Padre del Niño. El relato se termina con una cita profética. Os 11, 1 (“de Egipto llamé a mi hijo”) La comunidad judeo-cristiana, a la que se dirigía el evangelista Mateo, ve en la huida de Jesús a Egipto la apropiación de reactualización, por el hijo de María, de la historia de Israel. De manera particular, el texto parece tener en cuenta la historia de Moisés. El tema de Cristo, nuevo Moisés, es uno de los más significativos de este pasaje. Para Mateo, Jesús es ante todo el legislador de la nueva alianza: el primer Evangelio está dividido en cinco partes que constituyen evidentemente una correspondencia con el Pentateuco de Moisés. Jesús es presentado en el sermón de la montaña como el que da cumplimiento a la ley mosaica,

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