443 - La Sombra de una Duda - Alfred Hitchcock - La gran Evasión
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El vals de la viuda alegre suena varias veces en La sombra de una duda, la pantalla se llena de danzantes dando vueltas y vueltas. La amenaza avisa mediante un telegrama a la familia, un tío adorado por su hermana y su sobrina, le tienen en un pedestal, vuelve a la pacífica villa de Santa Rosa. La fascinación que siente el personaje de Theresa Wright por su tío, excepcional Joseph Cotten, irá cambiando al miedo, a medida que va descubriendo la verdadera esencia de su pariente, y el chantaje posterior del aparente ciudadano ejemplar. Antes de albergar la más mínima sospecha, ya quiere descubrir los secretos de su apuesto y adinerado tío. El error de Charlie radica en confiar demasiado en la inocencia de la joven, la admiración a su persona de casi todas las mujeres le ciega. Charlie irá enseñando los dientes, dejando pruebas de su patología criminal, un periódico con recortes, un anillo con unas iniciales, y ciertos soliloquios en la cena con un odio cerval a las señoras viudas, y a la humanidad en general. En un film de su primera etapa americana, Hitchcock retrata la vida provinciana con la ayuda de la pluma del dramaturgo Thornton Wilder (Sinfonía de la vida). Especialista en narrar la vida cotidiana de un pueblo donde todos se conocen, con el mismo guardia de tráfico, la misma biblioteca, el mismo bar. El naturalismo de esa ciudad pacífica se combina con planos expresionistas, picados de la escalera, desde la ventana, y primeros planos del rostro atractivo y perturbador de Cotten. En concreto recuerdo un plano a media distancia de Cotten en la entrada del porche, mira a su potencial víctima desde lejos con una pose de monstruo voyeur, similar a la del Michael Myers de la saga de Carpenter. El terror ha llegado con el aviso de un telegrama, del mismo modo que en la siguiente “Náufragos” el maestro nos mantendrá en vilo en una barcaza a la deriva, en el océano calmo de Santa Rosa también nadan tiburones sedientos de sangre. Asesinos de viudas hay más de uno en el cine, otro memorable es Monsieur Verdoux, el Chaplin de excelentes modales, el Barba Azul de Hitchcock se nos presenta tumbado en la cama de una casa de huéspedes, pensativo, con fajos de billetes alrededor, mientras dos detectives le buscan. La esencia del mal asoma al retorcer sus manos en ademán de estrangular a la sobrina cuando la observa desde una ventana, en otro momento en el pub del pueblo, sigue con sus digresiones abyectas contra el mundo, el mundo es una pocilga, lo peor es que a Charlie argumentos no le faltan para constatarlo, aún no había terminado el conflicto más mortífero del siglo XX. Esta noche leemos el periódico antes que Charlie lo recorte… Raúl Gallego, Zacarías Cotán y David Velázquez.