Un Rey para contemplar: Scott Hahn reflexiona sobre la epifanía del Señor

Letters From Home - A podcast by St. Paul Center for Biblical Theology

Lecturas: Isaías 60,1–6 Salmo 72,1–12.7–8.10–13 Efesios 3,2–3.5–6 Mateo 2,1–12 Una “epifanía” es una manifestación. En las lecturas de hoy, en donde se levantan estrellas, hay luz esplendorosa y se revelan misterios, se nos muestra el rostro del Niño nacido en Navidad. En el Evangelio de hoy, Herodes pregunta a los sumos sacerdotes y escribas en dónde ha de nacer el Mesías. La respuesta que Mateo pone en sus labios dice mucho más, pues combina dos promesas del Antiguo Testamento: una que revela que el Mesías nacerá de David (cf. 2 S 5,2; 1 Cro 11.2); la otra que predice un “gobernador de Israel” que “pastoreará su rebaño”, cuya grandeza alcanzará “hasta los confines de la tierra” (cf. Mi 5,1-3). Aquellas promesas sobre un rey de Israel que gobierna las naciones resuenan también en el salmo de hoy, que celebra a Salomón, el hijo de David. Su reino, cantamos, alcanzará “los confines de la tierra” y los reyes del mundo le rendirán homenaje. También vemos esa escena en la primera lectura, en donde hay naciones que vienen de oriente y traen “oro e incienso” al rey de Israel. La peregrinación de los Magos que nos cuenta el Evangelio de hoy, marca el cumplimiento de las promesas de Dios. Estos sabios, quizás astrólogos persas, siguen la estrella que, según predijo Balaán se levantaría con un cetro sobre la casa de Jacob (cf. Nm 24,17). Cargados con oro y especias, su viaje evoca los que la reina de Sabá y los “reyes de la tierra” hicieron en pos de Salomón (cf. 1 R 10,2.25; 2 Cr 9,24). Curiosamente, los únicos otros lugares de la Biblia donde se mencionan juntos el incienso y la mirra son cantos sobre Salomón (cf. Ct 3,6; 4,6.14) Aquí hay uno mayor que Salomón (cf. Lc 11,31). Ha venido a revelar que todos los pueblos son “coherederos” de la familia real de Israel, como nos enseña la epístola de hoy. La manifestación de Cristo nos fuerza a tomar una decisión: ¿Seguiremos los signos que nos guían a Él, como lo hicieron los magos sabios? ¿O seremos como esos sacerdotes y escribas, para quienes las promesas de Dios se volvieron palabras muertas escritas en una página antigua?

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