Haciendo lío en la cárcel. El testimonio de Antonio José.
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Antonio José Campos Martínez es un joven de 28 años que vive en Úbeda (Jaén). Licenciado en Derecho y ADE por la Universidad de Granada, hace unos años que colabora como voluntario de la pastoral penitenciaria en la cárcel de Jaén. ¿Cómo te dio por la Pastoral penitenciaria? Pues como la mayoría de las veces hace y actúa el Señor, suavemente y sin grandes estridencias me fue conduciendo hacia la pastoral penitenciaria. Se aprovechó de dos grandes circunstancias: la primera, mi formación jurídica y la preparación de oposiciones que me movían a poner rostro humano, de carne y hueso, a todo lo que estudiaba para integrarlo más y mejor en mi vida. Y el segundo, mi propio camino de fe y mi itinerario espiritual, que a partir de realizar el mes de Ejercicios de san Ignacio, fructificaron en el deseo de conocer y dedicarme al ámbito más social de mi fe, a ayudar a otros, a tocar y contemplar otras realidades sufrientes y olvidadas. ¿Te das cuenta que alguno podría decir: que bicho más raro? Sí que muchos podrían pensarlo, que para qué me complico la vida… que de dónde saco tiempo o que mejor dedicarme a otra cosa. Pero es cuestión de organizarse y de poner voluntad en ello, y de contrastar que al final te llevas muchas cosas buenas y que merece la pena. También hay muchos que se sorprenden positivamente, que se interesan por conocer lo que hago y que me animan. Además, en el fondo los cristianos tenemos que tener algo de “bichos raros” frente a las realidades de lo mundano. Bichos raros sin carácter peyorativo, en estar hechos de “otra pasta”, en algo que nos diferencie. Como dice el Papa Francisco: tenemos que ir a contracorriente de las tendencias individualistas y consumistas del mundo. Me quedo también con lo que dice el Papa, “hacer lío”: ser y poner sal y luz, como Jesús. Pues eso. ¿Qué actividades realizas en la cárcel de Jaén? El equipo de pastoral está formado por varios capellanes y decenas de voluntarios que realizamos diferentes cursos con los internos. Ante todo, nuestra dedicación se centra en lo humano: estar con ellos, acompañarlos, ayudarlos… sin importar que sean creyentes o no creyentes, o de cualquier religión. Yo en concreto soy catequista y trabajo con ellos un rato a la semana la formación religiosa y la preparación para recibir voluntariamente los sacramentos, en especial de confirmación aunque también hay bautismos. Nos dedicamos principalmente a contemplar al Jesús del Evangelio, a conocerlo más, a compartir con Él, a descubrir lo que puede decir en nuestra vida. Y luego el acompañamiento y la relación que se va forjando con ellos, en clase y en el patio. Ese vínculo deja huella. ¿Qué aporta un joven cristiano a los presos? Yo creo que confianza y cercanía con ellos, pues la mayoría son jóvenes de mi edad. Y dice también el Papa que el testimonio de un joven es el mejor camino para ganarse a otro joven. Hay sintonía de inquietudes y problemas, hablamos el mismo lenguaje, y eso identifica. Muchos sienten curiosidad y les animo a venir a catequesis y probar; se vienen al curso a ver qué tal, y si les gusta se quedan. Yo creo que ante todo puedo ayudar aportando con sencillez mi realidad, mi experiencia y mi testimonio. Como cualquier otro. ¿Qué has descubierto en tu trato con los presos? Que son ante todo gente normal y corriente, como tú o como yo. Que simplemente han cometido un error en la vida o la propia vida los ha ido arrastrando hacia esa realidad, como nos podía haber pasado a cualquiera de nosotros. Que la mayoría de las veces que estoy con ellos me siento como si estuviera con unos amigos en la calle. Y es cierto que hay más alegría en dar que en recibir, y que recibo de ellos muchísimo.