[3a Meditación Novena Inmaculada] – La Anunciación, el gran Si de María, el tercer Sí.
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Esta es una de las escenas más famosas en la vida de María: la Anunciación. María relata de los primeros años de la vida de Jesús, lo imprescindible para intentar comprender el Misterio. Ella, no alardea, no pregona, no va de puerta en puerta para manifestar su dicha. Sin embargo nosotros, más atrevidos, como San Lucas, hoy hemos decido a traspasar el umbral de su intimidad. En muchas de las representaciones pictóricas de la escena, se ve un rayo del Espíritu Santo que atraviesa el corazón de la Señora, se ve -junto a la presencia de la Trinidad Beatísima-, a la Virgen Niña recogida en oración y como parece que está protegiendo ya el fruto de su vientre mientras la Blanca paloma sobrevuela su celestial presencia. Estas representaciones están inspiradas más en la devoción popular que en la realidad de la vida de Nazaret, flor de Galilea, porque si, de verdad, nos queremos meter en la realidad de la casa de María nos encontraremos con una cueva, como las que hoy se pueden ir a visitar en el Sacromonte de Granada o la Cueva de Corbs en el bajo pirineo aragonés. Por consiguiente, visitamos una cavidad oscura dónde la luz sólo irradiaba cuando el sol aparecía por el Oriente. Un lugar en el que ninguno de nosotros nos gustaría hoy poder vivir. Y Sin embargo, y mirando la escena con Murillo, hay dos detalles que me encantan de su pintura. El primero es como toda una corte celestial está expectante para ver cómo se desarrolla el acontecimiento. Ángeles, Querubines, Serafines miran con enorme ilusión que es lo que puede pasar porque saben de su importancia. María es la puerta para que pueda entrar Dios. Y el segundo de los detalles es la actitud de María; ella, con gesto de adoración, vive con enorme intensidad el momento y es que, Madre, no era para menos. Era normal que toda la corte celestial, toda la creación, estuviera expectante ante la respuesta de María porque, Virgen-Niña, nos jugamos mucho. Como ocurrió con el Cardenal Wojtyla cuando empezó a escuchar en sus oídos como se pronunciaba su nombre al leer las papeletas del Cónclave que le llevarían, unos minutos más tarde, a la sala de las lágrimas. Y es que muchas veces pensamos en lo que dejamos por decir que Si a Dios sin darnos cuenta de lo que ganamos. María sin tu Si nunca hubieras tenido al Niño en brazos, Sin tú Si nunca podrías haberle dado besos, Sin tú Si nunca podrías haberle cantado tu canción. Esta es la historia de Marga, una chica de 18 años de Palma de Mallorca que nunca había pensado dar su vida a Dios. Tenía novio y, como cualquier chica de su edad, nunca se había planteado una cosa tan grande como poder dar su vida a Dios pero ella, con otras amigas, acude hace dos veranos a la JMJ de Cracovia y allí, al hablar con una amiga, y su amiga le pregunta: ¿Oye Marga no has pensado que a lo mejor Dios quiere algo diferente para ti?, y entonces ella cuenta: me puse a llorar y no sé porque y es que veía que Dios me pedía que me entregará a Él. En una ocasión el Cardenal Echegaray le conto un cuento al Papa Juan Pablo II. Cuenta el cuento que en el momento de la Ascensión de Jesús a los cielos se encontró, mientras ascendía, con el Ángel Gabriel y este le preguntó a Jesús mientras miraban a la tierra que se encontraba a oscuras ¿Qué son esos puntos de luz que veo en la tierra?, Jesús le respondió: son mis apóstoles a los que les voy a enviar el Espíritu Santo para que se atrevan a propagar su luz por todo el mundo, ¡Que buen plan Jesús!, exclamó Gabriel. Siguió subiendo Jesús al cielo pero cuando estaba a punto de llegar Gabriel le asalto con una nueva cuestión a Jesús, ¿Puedo hacerte una pregunta que puede ser impertinente?, claro Gabriel, y ¿Qué pasa si el plan falla?, silencio por parte de Jesús y entonces después de unos minutos en los que no se oía ni el correr del ciento Jesús responde a Gabriel, si el plan falla ha fallado porque Dios no tiene otros planes.