El peso de la presencia de Dios - Jairo Namnún

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“Vayan ustedes, pero yo no voy.” Con esas palabras inicia Éxodo 33 como resultado de una serie de pecados de parte de Israel, el más reciente de ellos siendo uno de los más groseros. En el capítulo 32, mientras Moisés subió a pasar tiempo con Dios en el Monte, el Pueblo de Dios se quedó en las faldas del Monte, idolatrando a otros dioses y construyendo un becerro de oro. Este es un patrón que el pueblo repetiría muchas veces: tan pronto sienten que Dios está lejano, empiezan a hacer su propia voluntad. Tan pronto sintieron que aquel que los acercaba a Dios estaba lejos, Israel volvió a sus dioses de Egipto.